Vicente Turégano
Operador logística farmacéutica
El mundo está ávido de escucha, todo el mundo quiere hablar de su libro o vender su moto pero muy pocos quieren estar presentes desde el silencio para el otro, en una escucha activa con presencia y apertura.
La capacidad de escucharme a mi mismo, mis deseos, mis miedos, de estar conmigo, habitando mi interior amablemente, haciendo a un lado la exigencia, la expectativa, los juicios, en una palabra, es uno de los mayores gestos de AFECTO que me puedo ofrecer en la vida. Si esto es posible ofrecermelo a mi mismo, no puede sino ser algo que también pueda dar a quienes me acompañan.
Escuchar con presencia es DAR en el más amplio sentido de la palabra, muchas veces estamos volcados con el hecho de que dar es solo a través de la expresión que también por supuesto, pero sin receptor de esa expresión, se pierde la esencia de la COMUNICACIÓN.
Cuando te recibo con presencia, con apertura, con el corazón, en silencio, te estoy dando algo que es muy auténtico, porque no es algo efímero o material, no es algo que se pueda perder, más al contrario ese instante por pequeño que sea perdura siempre en la cajita donde se guardan las cosas que cuentan de verdad, EL CORAZÓN.
Escucharse es cuidarse, tenerse en cuenta y cuidarte y tenerte en cuenta, sin escucha no hay comunicación posible, sin comunicación no hay conexión, la sensación es de aislamiento de vacío.
Es posible que las personas que saben escuchar sean personas que sepan expresar y comunicar con claridad lo que sienten o lo que piensan, porque escuchar activamente con el corazón implica necesariamente HUMILDAD, implica hacer a un lado al juez interno propio y abrirse a la INOCENCIA de recibir a la otra persona como si fuera la primera vez que la conocieras. Al tiempo que si has de decir algo que sea algo realmente que te conmueva como si fuera la última vez en la vida que vieras a esa persona.