Ricardo Martínez
Editor de Ciudad Consciente
Cuando Bretón, en un ataque de Surrealismo, proclamó: “¡la poesía es maravillosa o no será!” no le faltaba razón. Se refería a una poesía viva, mágica, llena de significado trascendente.
Esa misma proclama se puede trasladar a la vida misma:
“¡una vida con sentido es maravillosa o no será!”
Y es que el hombre moderno, disociado del resto de la naturaleza, se ha apoderado de ella y en vez de una armoniosa convivencia con el resto de los seres, se ha convertido en su peor enemigo. Me parece que todo este desajuste no es asunto de la tecnología, ni siquiera del Capitalismo, hay algo más de fondo, se podría quizá definir con el nefasto intercambio de palabras que hizo Sartre cuando dijo: “la existencia precede a la esencia”, eliminando de un plumazo siglos y siglos en que la filosofía se fundamentaba en todo lo contrario: “la esencia precede a la existencia”.
Para la humanidad anterior a esta era moderna, la naturaleza consistía en una escala jerárquica en la que lo sutil (más cercano a lo “esencial”), como lo más elevado, poco a poco se solidificaba, en una escala degradada, hasta alcanzar la solidez de la materia. Todo esto revelaba, claramente y de forma precisa, un intrincado mundo permeado por innumerables campos de inteligencia muy distintas a nuestra consciencia cortical.
El hombre arcaico reconocía la conciencia en los árboles, los ríos y en toda la naturaleza y no sólo eso, sabía (que no suponía) que había otros mundos que contenían y eran contenidos por este plano en el que nos ha tocado vivir en esta efímera existencia. Lo cual le daba un acceso a herramientas como la magia, las mancias (herramientas de adivinación), a las plantas medicinales, las cuales reconocían tan sólo con el uso de la intuición.
Era una humanidad que no vivía en el tiempo lineal de nuestro mundo actual, sino que su tiempo era circular y las sucesiones de los días y las estaciones, por analogía, eran la evidencia precisa (sí, precisa), del eterno retorno de todas las cosas y de la vida misma, donde la muerte no es muerte, sino un estado intermedio de la vida misma, para luego renacer. Y en su mente esto no ocurría sólamente con las estaciones, los días y la vida de un humano o un animal en particular, sino que se extendía a la historia misma, donde esta se repetía una y otra vez. Se dice que actualmente vivimos en la Edad de Hierro, la más solidificada (por tanto, la de espiritualidad menos elevada) de las cuatro edades que ya ha transitado la historia, las anteriores son: Edad de Oro, Edad de Plata y Edad de Bronce (en otra ocasión escribiré sobre ese tema).
A este tiempo circular, se añadía el Tiempo Sagrado, un tiempo en el cual se detenían el pasado, el presente y el futuro y, como decía Mircea Eliade, por medio del ritual y de los gestos precisos, algo fuera del tiempo cobraba vida, entonces un mito, un sacrificio, un evento “histórico”, ocurría otra vez, pero no como una mera representación, sino que se reproducía el acto in illo tempore (en aquél tiempo). Es así, por ejemplo, que si se celebraba un rito, evocando un relato histórico o un sacrificio, este se volvía a reproducir de manera real y efectiva, gracias al tiempo sagrado. Cuando dos amantes tántricos (en su papel de Shiva y Shakti), mediante el rito de la Maithuna, unen sus cuerpos en meditación, reproducen el acto mismo de la creación del Cosmos, por medio de la unión de sus dos polos opuestos, y esta unión reproduce realmente dicho acto y todo vuelve a ocurrir, como en aquel tiempo, no es una mera representación, sino algo que se reproduce en el Tiempo Sagrado de forma muy real. Lo mismo podemos decir de la vivencia de un devoto católico que asiste a una procesión de Semana Santa, donde el relato bíblico del apresamiento, la crucifixión y la resurrección, vuelven a tener lugar una y otra vez cada año, de forma sagrada, en su psique.
Personalmente creo que es preciso que la humanidad recupere aquella conexión con toda la Creación, y esto sólo se puede lograr con una expansión sistemática de la conciencia a nivel, sino de todos, por lo menos de una gran parte de la población. Por el momento eso es algo difícil, pero sí podemos hacer un trabajo individual, porque si expandimos nuestra conciencia de manera personal, naturalmente expandimos la de todo el planeta. Nuestro crecimiento interior es el mayor aporte que podemos hacer en este conflictivo mundo en el que nos ha tocado vivir.
Desplazando de nuestra mente el pensamiento cartesiano y mecanicista que impera y cultivando la espiritualidad que mejor se adapte a nosotros mismos, recuperamos la maravilla que hace tanto tiempo ha sido abandonada por la modernidad.
Ricardo Martínez
Editor.
4 comentarios
Gracias Ricardo…así es. Y cada vez somos más los CONSCIENTES de vivir en un avatar, en esta Tierra, de nuestro Ser, el que es Uno con la Fuente.
Preciosas palabras que llegaran a los que esten preparados para despertarse..
GRACIAS
Muchas gracias a ti☺
Ricardo apenas he tenido tiempo ,hoy un poco más tranquila reflexiono y creo que todo es mucho mas fácil.. solo si fuéramos capaces de reconocer que la vida es sencilla si la comprendes aunque a veces es un poco tarde, pero creo que cada persona tiene sus tiempos y sus experiencias y de ahí sacar el aprendizaje.Yo creo que el hombre arcaico no reconocia nada, simplemente era sencillo, era eso…un hombre que simplemente vivia y respiraba, eso es lo que hoy se ha olvidao.GRACIAS RICARDO Un fuerte abrazo
Gracias, Esther, por tu opinión. Creo, como tú, que carecemos de sencillez en los tiempos que corren, desconectados encima de la fuente del espíritu que le daría significado a nuestras vidas y obras.